Uno de mis escritores favoritos es Milan Kundera. Hoy una pequeña reflexión
me ha transportado hacia algunas de sus ideas, que ya conocía desde hace
bastante tiempo. Pero para mi sorpresa, por primera vez en todo este tiempo he
podido ir un poco más allá de sus argumentos.
Esta mañana asistí a la presentación de la Central de Resultados del año
2012, preparada por el observatorio del sistema de salud de Cataluña. Los
números expuestos en los informes sirven para dar a conocer, de una manera
transparente, el gasto hospitalario y sociosanitario registrado el año pasado,
entre otras cosas. Las cifras nos permiten comparar los resultados de la
actividad sanitaria con otros registros anteriores, siendo posible conocer, por
ejemplo, cómo ha evolucionado la calidad de la asistencia sanitaria o su
eficiencia (dependiendo de los marcadores utilizados).
El principal fundamento de invertir recursos en la elaboración de estos
informes es la mejora constante. Porque es muy difícil mejorar aquello que no se
puede cuantificar. En la actualidad, la situación económica por la que pasamos
nos obliga a ser más eficientes, a conseguir más con menos recursos. Y el
sector salud no es una excepción. Los números nos sirven para mostrar que hemos
sido eficientes, que podemos encontrar puntos de mejora así como otros en los
que ya hemos mejorado. Este era el mensaje que reinaba en el auditorio, muy
contrastado con el mensaje que encontramos en la calle, al salir y toparnos con
unos manifestantes. Personas muy enfadadas por los recortes que está sufriendo
la sanidad, que agredían verbalmente a las personas que minutos atrás había
escuchado haciendo análisis de lo que había sido la asistencia sanitaria en el
2012, y cómo deberíamos mejorar.
Presenciando todo lo que he comentado, me ha venido a la cabeza Milan
Kundera. En uno de sus libros, la Inmortalidad, defiende que en nuestra sociedad
los 10 mandamientos han perdido fuerza, porque casi todos pueden ser
justificados por la mayoría de la sociedad, según las circunstancias. El único
que él defendía como válido era el undécimo, que definió como “no mentirás”. Pero
hoy en día a nadie le sorprende que nos mientan los políticos, lo que es
aprovechado por ellos en muchas ocasiones para emitir mensajes totalmente
contradictorios con escasos minutos de diferencia, que nos llegan simplemente cambiando el
canal de la televisión. Por este motivo, la idea defendida por Kundera, al
menos en nuestro entorno, ha perdido también validez. Otro aspecto al que este
autor daba mucha importancia era nuestra imagen, muy por encima del contenido
de nuestros mensajes. Hoy día, nuestros políticos también han perdido su buena
imagen, y ni sus sonrisas ni expresiones optimistas son creíbles. Pienso que
tenemos que encontrar algo en lo que podamos confiar, para no perder nuestro
rumbo y poder salir de esta difícil situación.
Mi reflexión empieza en las ideas de Kundera y acaba en la esperanza de
haber encontrado algo que debería devolvernos la confianza en que algún día saldremos
de este pozo. Y con este algo me refiero a los números. Expuestos con
transparencia, recibidos con actitud crítica. Porque son
demasiado fáciles de manipular. Porque los números tampoco no son nada si no podemos confiar en ellos.